Episodio V: Mentiras

Los que ya tenemos más de 25 años en cada pata conocemos un megahit de nuestra época moza que decía algo más o menos así: Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras, tralará. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará por el monte las sardinas…

Recuerdo que era el tipo de canciones que se cantaban en los autocares, cuando nos llevaban de excursión, junto con otro gran clásico irrepetible, el del elefante que se columpiaba sobre una tela de la araña. Los conductores de autocar de aquella época eran unos putos héroes…

Con unos mensajes tan marcados desde la tierna infancia, hubo toda una generación que creció entre mentiras. Bueno, varias generaciones, realmente. Nos hicimos mayores entre mentiras blancas, mentiras grises y mentiras negras. Pero todo eran mentiras, al fin y al cabo.

No voy a ser yo el que lleve el estandarte de la verdad a nuestra civilización medieval. Me gusta inventar historias, mezclarlas con mi realidad, con mi otra realidad distópica y aderezarlo todo con frutitas de la pasión. Así que, técnicamente, algunas veces miento, aunque sea parcialmente, en algunas de mis sabias disertaciones contemporáneas. Pero lo hago siempre bajo la firme creencia que mi “invención” no puede dañar mortalmente a nadie, ni crear desazón en su atormentada mente. Y como dijo el grandísimo Calderón de la Barca, y aquí voy a meter una cuña de publicidad encubierta, “nada es verdad, nada es mentira, todo es según el color, del cristal de Nutopía”.

¿Por qué os estoy metiendo todo este rollo? Estamos ociosos en casa. Muy ociosos. Muy en casa. Sucios. No podemos evitar estar pendientes del Covid-19 y de todo el circo que nos están montando algunos políticos y algunos periodistas. Y además hay malas personas moviendo fake news, que significa putas mentiras, en las redes sociales. Noticias que asustan a la gente, sobre todo a nuestros mayores. Noticias que la gente mayor asustada comparte con su gente. Mierdas que, al final, acaban llenando mi móvil, mis redes sociales…

Así que hoy os voy a pedir un favor. Evidentemente podéis pasar de mi cara, eh? Consideradlo un consejo de vuestro Arguiñano de la psicología. Este es el favor… Independientemente de vuestro color político (puedo presumir de colegas de casi todos los colores), vuestras creencias éticas o religiosas, vuestro color de piel (idem a lo que dije del color político), o vuestra orientación sexual (los que la tengáis), por favor, por favor, por favor, no hagáis el “subnormal” publicando mentiras escritas por hijos de puta. Me gustaría guardar un buen recuerdo vuestro. Y cada vez que colgáis alguna mierda que lo único que hace es incitar al odio en tiempos tan complicados, siento una tristeza en el alma. Ya sé que os da igual si estoy triste o no. Pero a mí la tristeza me quita el hambre. Y si no como, no puedo beber cerveza…

Lamento si hoy no estoy a la altura de mi “graciosismo” habitual. Recibo constantemente cosas por Whatsapp (tengo a mi madre en varios grupos, así que os podéis hacer una idea de la magnitud de la tragedia). Fotos, memes, videos, que me hacen recordar porqué soy tan fan del asteroide. Y la verdad es que, aunque no lo voy a reconocer nunca públicamente, un impacto a gran escala de un meteorito gigante no me viene muy bien ahora. Contadme cosas, anda. Buenas, regulares o malas. Pero que sean vuestra cosas…

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